viernes, 17 de julio de 2015

Un adiós anticipado.



Sabía que tarde o temprano nos tendríamos que decir adiós. Ya lo había dicho mi madre, "ustedes dos se van a terminar matando algún día", irónico es, que la profecía de mi mama jamás se cumplió (Gracias a Dios), y ella no pudo estar más equivocada al respecto.

Habíamos hablado de esto, muchas veces, en su auto, mientras cenábamos, contando las pecas de su rostro, cuando sostenía mi mano por mucho tiempo y sus ojos se tornaban tristes al momento de preguntarme, que haríamos con el tiempo encima, no era un tabú. El acuerdo era que estaríamos juntos todo el tiempo que pudiéramos, antes de darnos la amarga despedida, y cada quien partir por diferentes caminos, como el destino tenía planeado.

Pase días enteros preguntándome como podría renunciar a una persona que había pintado un arcoiris en un cielo bastante gris. Lo había intentado una vez, sin resultado gratificante. Me convencí, que tenía tiempo suficiente como para prepararme mentalmente.

Sin embargo, ese adiós llego antes de tiempo.

Todo el mundo me preguntaba el porque estaba con una persona emocionalmente inestable. E incluso, debo admitir que llegue a divagar varias veces, por continuaba en una relación tan turbulenta.

Éramos opuestos,

Nadie nos entendía, éramos extraños, éramos...auténticos.

Su carácter era fuerte, siempre seguro de sí mismo, jamás titubeante, intimidaba a cualquier persona, incluyéndome en algunas ocasiones. Pero yo no era una blanca palomita, era despreocupada con el, me exaltaba con facilidad, celosa, y quizás demasiado "light" para su gusto.

Discutíamos todo el tiempo, éramos groseros, y usábamos adjetivos innecesarios para referirnos unos al otro, parecíamos una tormenta, destructiva, e intensa.

Me dijeron muchas veces, "Pues termina con el". Eso ni siquiera era un opción, tan sólo pensaba en terminar la relación y me ponía la piel de gallina. No, no estaba dispuesta a renunciar a el.

¿Cómo demonios íbamos a terminar? Ni que estuviera loca. El era todo para mi.

Fue ahí cuando lo entendí. Eramos todo lo malo, éramos fuego, lluvia, huracán, lava. Pero, también, todo lo bueno en una relación.

El me hacia sentir como una obra de arte, como una flor en medio del dulce otoño, nadie entendía lo que teníamos, pero nosotros si, y eso era más que suficiente.

No nos soportábamos, pero no podíamos estar separados.

El me decía cuando estaba haciendo las cosas mal, no disfrazaba las palabras, era honesto, me conocía de pies a cabeza y sabía que no me gustaría lo que me iba a decir.

El entendía, el sabía cuando estaba triste, cuando estaba enojada, cuando no quería ni que me tocarán del coraje, el conocía ese lado inexplorado de mi ser, el había hecho crecer flores dentro del ático que era mi corazón.

El sabía que tenía una novia demasiado rara , y lo aceptaba, me observaba mientras cantaba canciones de Queen a todo volumen en su auto, me tomaba de la mano cuando caminaba insegura, sabía que hiciera lo que hiciera me haría reír.

El no era como los demás. El me tomaba en serio.

El tenía fe en mi, escuchaba mis planes de ser escritora y mudarme a New York como nadie lo hacía, no me miraba con esos ojos de "que sueños tan guajiros", como alguna vez lo ha hecho mi propia familia.

El era el único que podía dejarme sin argumento, hablábamos de todo, religión, música, cine, política, y parecía que las horas se deslizaban como las hojas caen en invierno, jamás era demasiado el tiempo, nunca tendríamos suficiente uno del otro.

El no era sólo palabrería, me demostraba que me quería, todos los días, a cada momento, me sentía segura, me sentía amada a su lado.

El estuvo ahí, cuando nadie estuvo.

Estoy enamorada de el, y punto. No hay ninguna justificación, ni intento que rimé con el artículo, no quiero hacerme la fuerte y mentir diciendo que es lo mejor, no intentó parecer poética.

A pesar de todo, no cambiaría nada de lo que hemos pasado, porque eso sólo me demostró lo enamorada que estaba. Incluso cuando todo el mundo me juzgo como idiota, lo ignoraba por completo, porque éramos el y yo, contra el mundo, siempre.

Éramos complicados, pero cuando estábamos juntos, me sentía en paz, nuestras peleas siempre las arreglábamos hablando, nunca nos callábamos lo que no nos gustaba, quizás, eso estuvo mal. Quizás debí de haberlo parado, y disfrutado su mano al acariciar mi cabello.

Personalmente, no creo en las amistades después de las relaciones, y no hay nada peor que ello. Me gustaría que fuera así, porque extrañare todo de el.

Extrañare la mirada de locura que me echaba cada vez que decía alguna incoherencia, (que normalmente son muchas).

Extrañare los detalles, siempre acertado, siempre al tanto, nunca me hacia sentir olvidada.

Extrañare la manera en la que se sentía un beso, como una fogata interna, cálida y agradable.

Extrañare nuestras peleas sin sentido, discutiendo que actor había personificado mejor al Joker, o quién había hecho la mejor película de terror del siglo XXI.

Extrañare los clichés entre nosotros, el caballerismo, esa chispa que me indicaba que nuestra relación no era como ninguna otra.

Extrañare ser yo misma, sin maquillaje, con maquillaje, siempre podía confiar en que no me juzgaría, y me querría tal y como apareciera frente a sus ojos. Nunca me sentí tan bien siendo yo misma, diciendo tantas ocurrencias.

Ese torbellino de energía que hacía sentir dentro de mi cada vez que entrelazábamos nuestros dedos, como si nosotros fuéramos los únicos en el mundo, como si nada existiera.

A partir de esta línea, te hablo directamente a ti, amor mío.

Encontraste ese pedacito de mi, llamado corazón, lo cuidaste, hiciste crecer flores en los lugares de mi alma que yo creía ya estaban secos. Me encontré con emociones que yo no sabía que era capaz de experimentar.

Me hiciste a tu medida, y yo te hice a la mía.

Como toda historia, tiene su final, llego la hora en la que sólo peleábamos, los días, las semanas en las que discutíamos sin parar, encontrábamos cualquier excusa para discutir y desconfiar uno del otro, para después prometernos el cielo y la tierra, una vida entera juntos, jurarnos amor eterno en la madrugada.

Fue ahí cuando la felicidad se fue agotando, poco a poco. Sucedió como una sequía en el desierto, esperada. Sabía que las cosas iban mal, ya no se sentía como antes. Ya no podía tocar el cielo con la punta de los dedos.

Y ahora te digo adiós.

Un adiós, que no esperaba, un adiós forzoso. Después de varias ocasiones en las que estuvimos a punto de despedirnos, decidí renunciar.

Quizás no era la mejor salida, a lo mejor, me arrepentiría al día siguiente, lloraría, me pondría a pensar en como iba a hacer para estar sin el, al final, fallar, convenciéndome que cometí la decisión incorrecta.

Un adiós anticipado, por que yo ya sabía que en pocas semanas nos despediríamos, la idea de tener una relación a distancia me daba dolor de cabeza, el no estar cerca de el me asfixiaría y comenzaría con la paranoia tan clásica en mi.

Era un adiós para el que no estaba preparada.

De todas maneras, al final, la que puso el pie fuera de la alfombra, fui yo. Si, yo, quien miles de veces se negó a tan siquiera pensar en terminar la relación.

Decidí que algunas veces, tenemos que renunciar a lo que realmente queremos, para encontrar, lo que verdaderamente necesitamos.

Sin embargo, aprendí tanto de ti.

Aprendí a no rendirme a la primera oportunidad. Rendirse es solamente para los que no les interesa, y tu, cielo mío, tenías mucho más que me interés, tenías, (tienes) mi corazón, en la palma de tu mano.

Aprendí a confiar, a pesar de los errores. Todos cometemos tropiezos, decimos cosas que hieren, tenemos miedo a confiar, es lo que viene después de eso lo que define la confianza en una relación.

Aprendí a escuchar.

Aprendí a perdonar.

Pero hay algo que no aprendí, ni cuando estuve sin ti, ni ahora, a disimular.

Me asusta pensar en un tiempo indeterminado sin ti, me aterra el hecho de que se acabo, enfrentarme a un mundo sin ti me da miedo. Por qué en el fondo, te sigo queriendo, y es un sentimiento que preservara por mucho tiempo.

Estaremos bien, para recuperarse hay que caer. Dentro de unos meses, miráremos atrás con nostalgia, preguntadonos por que el adiós nos dolió tanto. Seguiremos adelante, es normal en este momento que me sienta de esta manera, estoy asustada, no pienso de manera racional.

Tengo que estar bien. En algún momento, el dolor sanara, la herida se va a curar y el sentimiento de abismo desaparecerá.

Aunque si te soy honesta, creo que me estoy mintiendo.

Te digo adiós, anticipadamente, de la manera que no quería.

Siempre alegábamos sobre quien amaba más a quién, y, mi vida, ahora estoy convencida que soy yo. Apuesto el firmamento entero que soy yo la que te adora más.

Ni cien poemas o canciones podrán parecerse a lo que sentía a tu lado. El sol del verano jamás podrá brillar tanto como mis ojos alguna vez brillaron por ti. Te quise de maneras que aún no puedo describir, te quise hasta pensar que iba a estallar.

Te digo adiós, a ti, mi amor, mi tormenta, mi calma, mi felicidad, y mi tristeza.

Nos hemos despedido, sin la intención de jamás voltear a vernos, pero el mundo es un lugar muy pequeño, tarde o temprano, nos volveremos a encontrar, y quizás me arrepienta de haberte dicho adiós.

Y lo siento.

Mucho.

Hasta entonces, te digo adiós, por lo que dure un para siempre.

L

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